Para crear resiliencia a largo plazo, es probable que veamos más automatización robótica e inteligencia artificial (AI) dentro de nuestras cadenas de suministro. Estas tecnologías reducen la intervención manual y las transferencias, reducen los riesgos de transmisión (del coronavirus) y reducen la dependencia de los humanos para trabajar cara a cara. También pueden permitir que la producción se amplíe y reduzca en respuesta a una demanda repentina. De hecho, las intervenciones del gobierno pueden haber acelerado involuntariamente esta tendencia. Los estímulos fiscales de muchos países equivalen al experimento a mayor escala en Ingreso Básico Universal (IBU) hasta la fecha. Muchos consideran que IBU es un requisito previo para una economía exitosa impulsada por la IA, ya que permite a las empresas reemplazar potencialmente a los humanos sin afectar su bienestar”.
Lo anterior lo escribió Mohit Joshi, presidente y jefe de Servicios Financieros, Seguros, Salud y Ciencias de la Vida de Infosys Limited, la empresa multinacional de servicios de tecnologías de la información con sede en Bangalore (India).
Es parte de su artículo intitulado Who will be the winners in a post-pandemic economy? (¿Quiénes serán los ganadores en una economía postpandémica?) que escribió para el Foro Económico Mundial y que se publicó en el sitio wefdoreum.com el 20 de abril pasado.
Lo que nota Joshi confirma lo que desde 1995 escribió Jeremy Rifkin en su ya clásico El fin del trabajo, El declive de la fuerza del trabajo global y el nacimiento de la era posmercado:
“Estamos entrando en una nueva era de mercados globales y producción automatizada. El camino hacia una economía casi sin trabajadores está a la vista. Si ese camino conduce a un refugio seguro o un abismo terrible dependerá de qué tan bien se prepare la civilización para la era posterior a la comercialización que seguirá a la Tercera Revolución Industrial”.
En efecto, hace 25 años Rifkin fue uno de los primeros en ver cuál era el futuro del trabajo y los trabajadores en un mundo en donde la mecanización, la robotización y la inteligencia artificial empezaban a dejar desempleados a millones de personas.
Cuando escribió El fin del trabajo aún no se inventaban los celulares inteligentes (eso ocurriría en el 2007 con la aparición del iPhone), ni el wifi, las comunicaciones móviles se realizaban con el estándar de conexión 2G y las redes sociales apenas y existían, no había el streaming, el CD aún era el soporte idóneo para la guarda y distribución de datos.
Rifkin escribió que conforme disminuyan la economía de mercado y el sector público, deberá desarrollarse un nuevo sector, el del trabajo voluntario y comunitario, financiado con recursos públicos, que creará los trabajos requeridos para reconstruir zonas urbanas y rurales degradadas y proporcionar diversos servicios sociales. Los recursos necesarios para financiar este nuevo sector vendrán de la reducción de gastos gubernamentales superfluos y de un impuesto al valor agregado sobre bienes y servicios no esenciales. También dijo que los gobiernos federales y estatales deberían pagarle un “salario social a los trabajadores del tercer sector”, lo que hoy denominamos ingreso básico universal.