La Familia ha sido una de las instituciones más afectadas por la pandemia. Le tocó la compleja tarea de afrontar de manera súbita, todo el estrés que significó adaptarse al contexto COVID-19, viéndose afectada por el cambio de sus rutinas, el menoscabo económico, incremento del estrés intrafamiliar, pérdida de alguno de sus integrantes, sobrecarga laboral, cesantía, clases online y un largo etcétera que ustedes como lectores podrán complementar con propiedad.
Si pensamos que en la familia reside parte fundamental del bienestar de las personas, no nos debería ser difícil pensar la enorme responsabilidad que les implicó (y les sigue implicando) a los jefes y jefas de hogar en salir lo más airosos posibles de esta gigantesca tarea.
Permanecer manteniendo sus funciones de socializar, educar, brindar protección, nutrir emocionalmente y físicamente, fue una proeza de la que todos, en mayor o menor grado hemos sido testigos y protagonistas. Por esta razón es que el deber de relevar el bienestar de la familia se hace una vez más necesario, para el bien de todos sus miembros y de la sociedad. En momentos en los que la Pandemia ha retrocedido es necesario ocuparse de las secuelas que ha dejado esta crisis sanitaria y eso es tarea de todos y todas.
A fin de contribuir a reconocer las necesidades de incorporar y/o mejorar las herramientas con las que nuestras familias pueden fortalecer su rol es que consideramos útil mencionar un aspecto esencial en su funcionamiento: “La Comunicación”.
En unos “tips” que están lejos de ser todo lo necesario para agotar este amplio tema, es que trataremos la comunicación en la familia como un tema contingente… y trascendente.