Por Diputado Fausto Manuel Zamorano Esparza, presidente de la mesa directiva del congreso de la Ciudad de México, ex rector de la Universidad del Ejército y fuerza aérea mexicanos
Sin duda, un buen legislador es aquel que es capaz de ponerse en el lugar del otro; ese que tiene sentido de empatía y de compresión de las distintas realidades; un buen legislador es aquel que tiene compromiso y conciencia social; un buen legislador es aquel con la disposición permanente para anteponer el bien común al propio, es quien se caracteriza por crear leyes, cumpliendo y haciendo cumplirlas con responsabilidad, respeto y vocación.
Nuestra tarea, no sólo como legisladores, sino como servidores de las y los capitalinos, es la de velar y proteger el interés y los derechos ciudadanos, escribir un mejor destino para las siguientes generaciones, y trazar una nueva ruta al desarrollo, progreso y paz.
Hace ciento once años, fue inaugurado el hermoso e imponente Palacio Legislativo de Donceles, mismo que observa y registra la actuación de los 66 legisladores del Congreso de la Ciudad de México, pero evalúa constantemente el desempeño de quien arriba de la tribuna, dirige las sesiones y vela por la inviolabilidad del recinto: el Presidente de la Mesa Directiva.
Con apego a la normatividad parlamentaria, tolerancia e imparcialidad para todas las expresiones y voces; con responsabilidad y espíritu de servicio para todas y todos los capitalinos, siempre anteponiendo los intereses ciudadanos y LA LEY por encima de todo, es que me he comprometido a trabajar desde el primero de septiembre del 2022, asumiendo la tarea que me fue encomendada por mis compañeras y compañeros diputados, como Presidente de la Mesa Directiva.
En este camino he identificado aún más virtudes que considero debe tener un buen legislador. En específico, aquella o aquel que tiene en sus manos una responsabilidad tan amplia como la Presidencia de la Mesa Directiva.
El buen arbitro no se ve. Aplica las normas con nobleza y firmeza para que el juego fluya. Para que los jugadores muestren y desarrollen sus habilidades. Para garantizar que no haya juego sucio; y para que el resultado sea considerado justo y legítimo. El buen arbitro no se somete ni azuza a los espectadores. De un buen árbitro lo suyo es conducir el juego, no ser el protagonista.
Entendiblemente esos principios también rigen en los congresos y los buenos congresos democráticos. El Presidente del Congreso sabe que su papel es esencial, pero no es suyo el balón ni el equipo y menos el recinto o la tribuna. Por lo mismo, el buen árbitro se debe poner por encima de equipos y colores.
El buen Presidente de la Mesa Directiva no aspira a salir en hombros. Sabe que debe trabajar para todos los equipos por igual porque todos esperan decisiones correctas, y certidumbre sobre todo en los momentos más complicados.
El buen Presidente actúa con apego a la Ley, al Reglamento y a la Constitución. El buen Presidente no quiere ser celebridad, aunque un trabajo bien hecho los puede hacer notables. El buen Presidente está siempre al servicio de la nación.