Por Diputado Fausto Manuel Zamorano Esparza
Al recordar el año como Presidente de la Mesa Directiva del Congreso de la Ciudad de México, no puedo evitar honrar el lugar que fue testigo de nuestras labores y decisiones: el imponente e histórico Palacio Legislativo de Donceles.
Este edificio, con su imponente arquitectura, es mucho más que una simple estructura de ladrillos y columnas. Es un monumento a la historia y a la democracia de nuestro país. Aquí, donde los muros cuentan siglos de debates y decisiones cruciales, albergamos el espíritu del primer Congreso de México, aquel que sentó las bases de nuestra república.
El Palacio Legislativo de Donceles, es un faro de la democracia donde las voces de los ciudadanos se hacen eco en cada discusión, en cada voto. En sus pasillos, aprendí que nuestra labor es un compromiso sagrado con el bienestar de la ciudadanía. Cada sesión, cada debate, es una oportunidad para dejar una huella en la historia de nuestra ciudad.
Pero, sin duda, este Congreso es mucho más que un edificio imponente; es el reflejo de la diversidad, las aspiraciones y los desafíos de nuestra ciudad. Aquí, en este recinto, se albergan y representan las voces de casi nueve millones de personas. Cada propuesta, cada discusión, es un eco de las inquietudes y esperanzas de quienes confiaron en nosotros para ser sus representantes.
Mi experiencia como Presidente de la Mesa Directiva me ha llevado a reflexionar profundamente sobre el papel de los legisladores; las y los legisladores, somos los arquitectos de un mejor futuro, los guardianes de la democracia, justicia y el progreso; somos los representantes de las esperanzas y los sueños de nuestros representados; somos los encargados de traducir esas aspiraciones en políticas y leyes concretas. Pero, sobre todo, somos servidores públicos, llamados a actuar con integridad, empatía y responsabilidad.
En cada sesión, en cada voto, en cada ley que promulgamos, dejamos una huella en la historia de esta ciudad. Debemos recordar siempre que nuestra labor no es sólo una cuestión de política, sino de servicio. Servicio a las personas que confían en nosotros para construir un futuro mejor.
Como Presidente de la Mesa Directiva, tuve el honor de presidir debates, moderar discusiones y garantizar que los procedimientos se llevaran a cabo de manera justa, institucional y transparente. A su vez, mi labor como legislador se centró en la búsqueda de un México más equitativo y justo, donde nadie quedara rezagado. Cada iniciativa que presenté tenía como objetivo mejorar la vida de quienes más lo necesitan y promover la igualdad de oportunidades.
También, representar a la honorable institución que me forjó: el estamento militar. Esto último, sin duda, constituyó en mi vida un momento de profunda reflexión y gratitud hacia aquellos que han sacrificado tanto por nuestra seguridad, paz y libertad. Con ese propósito en mente, trabajé incansablemente para asegurar que los miembros del gremio militar estuvieran representados en este recinto, pues creo firmemente que su experiencia y conocimiento son valiosos para nuestras discusiones legislativas, para la toma de decisiones que afectan a nuestra ciudad, y para dar ejemplo de valores y principios como la disciplina, honor, lealtad, patriotismo, valor y abnegación.
En este histórico recinto que representa la voz de casi nueve millones de capitalinos hice una reflexión sobre los valores y principios que deben guiar nuestro trabajo en el Congreso de la Ciudad de México. La disciplina es esencial. La puntualidad es otra arma imprescindible, pues cada minuto de retraso es un minuto menos para trabajar en soluciones para los problemas que enfrenta nuestra sociedad. El respeto, tanto hacia nuestros compañeros, y hacia la ciudadanía, es un valor que no podemos pasar por alto.
Y, finalmente, el amor a México que debe ser el motor que impulse cada una de nuestras acciones. Amar a nuestro país significa poner sus intereses por encima de los nuestros. Significa trabajar incansablemente para mejorar la vida de sus habitantes y construirles un futuro mejor. Nuestra labor debe ser un acto de servicio, y no de servirse. Con mi trabajo deseo hacer constar esto último, pues el honor con el que dirigí a este Congreso desde su Presidencia, es, sin duda, una muestra del más profundo amor que tengo a mi país. Amor que me motivó e impulsó a forjar pasos que serán versos de progreso y esperanza en los libros de historia de esta capital que es el corazón de la nación.