En un contexto donde cada dos días aparece un nuevo modelo de lenguaje y cada dos minutos se publica un artículo académico sobre inteligencia artificial, el festival Never Ending Evolution – The AI Pioneers fue un punto de convergencia entre tecnología, estrategia y ética empresarial. El encuentro reunió a figuras clave del pensamiento tecnológico, entre ellos Andrew Trask, Senior Research Scientist en Google DeepMind; Bernardo González, Director de Operaciones KIO; y Vincent Speranza, Managing Director de Endeavor México, quienes, desde perspectivas complementarias, delinearon lo que está en juego para las organizaciones: los datos como capital estratégico, el rediseño de roles humanos frente a la automatización, y una transformación que no es tecnológica, sino estructural.
Datos, no suscripciones: la advertencia de Andrew Trask
Andrew Trask fue enfático al compartir los dos principios que deberían guiar cualquier adopción de IA: “No entregues tus datos” y “usa la IA para resumir más y datos más raros”. A partir de esos fundamentos, criticó las tres estrategias más comunes —comprar suscripciones para empleados, vender datos a plataformas externas, y reemplazar personal con inteligencia artificial— por dejar valor sobre la mesa. “¿Dejarías que cada uno de tus empleados tenga un asistente que trabaje para otra empresa?”, cuestionó, aludiendo a la externalización del conocimiento al contratar servicios como ChatGPT sin supervisión o sin infraestructura propia. Para el mediano plazo, propuso identificar el “dato raro”: información que sólo una empresa tiene sobre sus clientes, mercados o procesos. “Donde haya datos únicos, habrá inteligencia única”, advirtió.
De la adopción al rediseño: el diagnóstico organizacional de KIO
Bernardo González abordó la brecha crítica entre el acceso a la IA y su integración efectiva. Recordó que en 2024 se lanzaron 198 modelos de lenguaje, se publicaron 245 mil papers sobre IA, y se crearon más de 10 mil startups especializadas. “Pero menos del 9% de las empresas tienen un proyecto formal de inteligencia artificial, y sólo una fracción invierte más del 6% de su presupuesto de TI en esto”, advirtió. “La inteligencia artificial no es sólo automatizar, es repensar el negocio completo”, explicó. Un punto crucial fue su énfasis en los “agentes”: interfaces programables en lenguaje natural que permiten conectar modelos de IA con sistemas internos. “El MCP (Model Context Protocol) será para los agentes lo que HTTP fue para el internet”, dijo. Bernardo también alertó sobre el costo de no avanzar: “Vamos ocho años retrasados en transformación digital. Si no aceleramos, no sólo perderemos competitividad: seremos irrelevantes”.
Más allá del algoritmo
Juan Enríquez llevó el debate al plano social, económico y existencial, citando ejemplos tangibles como autos autónomos Waymo y robots diseñados por Tesla. “En seis años, la inteligencia artificial en tu teléfono tendrá el conocimiento de todos los cerebros humanos juntos”, dijo, citando a Eric Schmidt, ex CEO de Google. Explicó el concepto de “programación recursiva”: la capacidad de la IA para rediseñar sus propios chips y software. “Esto no es una app. Es un cerebro que se rediseña y se autoentrena para ser mejor cada día”, subrayó. Planteó cinco preguntas esenciales:
- ¿Qué no podrá hacer la IA?
- ¿Quién controla esa inteligencia?
- ¿Qué pasará con los países que se queden atrás?
- ¿Cómo se distribuirá la riqueza en una economía de abundancia?
- ¿Cuál será la identidad humana si ya no necesitamos trabajar?
Romain Chassinat presentó cómo L’Oréal usa IA para transformar la industria de la belleza. A diferencia de otros enfoques, la compañía ha construido su estrategia sobre datos científicos y estudios dermatológicos acumulados por más de un siglo. Un ejemplo claro es Mela B3, diseñado para combatir manchas en la piel, donde la IA cruzó datos clínicos con patrones de compra. Pero la apuesta de L’Oréal va más allá del marketing. La compañía ha establecido límites éticos claros en el uso de IA, comprometiéndose a mostrar únicamente resultados reales de sus productos en personas. Otro avance son los dispositivos de diagnóstico de piel en puntos de venta, que analizan el rostro y sugieren rutinas personalizadas.
Un nuevo orden operativo
Aunque cada ponencia abordó ángulos distintos, todas convergieron en un mismo punto: La IA no es una herramienta más, es una nueva lógica de operación. Para Trask, representa una infraestructura descentralizada de inteligencia rara; para González, un rediseño operativo inmediato y ejecutable desde hoy; para Enríquez, un umbral civilizatorio sin precedentes.
La pregunta ya no es si adoptar IA, sino cómo hacerlo sin perder el control sobre los activos más valiosos: los datos, las capacidades humanas y el modelo de negocio. El consenso no está en la tecnología, sino en la estrategia. La evolución, como sugiere el nombre del festival, no tiene final. Pero sí exige dirección.