Mujica rechazó los lujos del poder: vivía en su modesta chacra junto a su esposa, la exvicepresidenta Lucía Topolansky, conducía un viejo Volkswagen Beetle y donaba gran parte de su salario a causas sociales. Su estilo de vida austero y su discurso filosófico le valieron el apodo de “el presidente más pobre del mundo” y lo convirtieron en una figura admirada globalmente.
Despedida consciente y serena
En enero de 2025, Mujica anunció públicamente que su cáncer se había extendido y que no continuaría con tratamientos: “Sinceramente, me estoy muriendo. El guerrero tiene derecho a su descanso”, expresó [4] . Manifestó su deseo de ser enterrado bajo un sequoia que él mismo plantó en su chacra, junto a su perra Manuela [5] .
Reacciones y legado
Su fallecimiento generó una ola de homenajes en América Latina y el mundo. Líderes como Evo Morales, Gabriel Boric, Gustavo Petro, Claudia Sheinbaum y Pedro Sánchez destacaron su legado de honestidad, coherencia y compromiso con los más desfavorecidos [6] .
José Mujica deja un legado de lucha por la justicia social, la humildad y la coherencia entre el discurso y la acción. Su vida y obra seguirán inspirando a generaciones futuras en la búsqueda de una política más humana y solidaria.