De Irene Vallejo, editorial Penguin Random House, 2023, México
Apareció ella al inicio del diplomado de “Liderazgo en la Comunicación”, yo tenía en mis manos: “Alguien habló de nosotros” de Irene Vallejo; sin embargo, no quería soltar el libro y me dejé caer presa de mi voluntad de aquella mujer “la poseedora de la gracia de Dios”; cerré delicadamente aquel libro para prestarle más atención de su comunicación no verbal. Mientras sucedía esta menudencia de emociones, yo intentaba fallidamente rescatar mis ojos de aquel encuentro de esa mirada trémula de mi asombro que tuve con esa mujer misteriosa. Dejé que el tiempo de la idea se fuera madurando o que se extraviara al olvido, pero venció ese impetuoso deseo de entablar un posible diálogo, aunque la expresión verbal no afloraba en ambas partes. No obstante, no me dejaba vencer por el desaliento -tener la oportunidad cada sábado- de poder lograr un saludo de cortesía y darnos la oportunidad de conocernos a través del diálogo. En el primer texto de Irene Vallejo, lleva por título “En el principio”, y así tal cual inicia “Recordemos los difíciles comienzos…” bella palabra metafórica “recordar” que la defino como darle cuerda al corazón, y con ese sentido recuerdo lo feliz que me puso en ese momento aquella mujer, pero estar sin ella es una tristeza que no deseaba. “Cuando nos enamoramos por primera vez, la timidez paralizaba los gestos y las palabras, y nos faltaba el valor para aproximarnos”. También hay otras aristas para acercarse sin miedo al rechazo con la guía de la etimología “escuela”, que proviene del griego scholé, que significa: ocio, pues “la escuela, aunque sea obligatoria, nos hace libres”.
Recordar también es vivir pero sin quedarse anclados porque el presente en esa búsqueda de la felicidad; “cuántas veces la reconocemos al recordarla, pero sin haberla percibido con claridad mientras duraba”. No hay una manecilla para indicarle que se detenga el tiempo -ni las fotos- pero si lo podemos disfrutar recordándolo. “Los filósofos griegos afirmaban que la felicidad se puede aprender y entrenar, pues la entendían como esa forma de atención que atrapa y agudiza el placer del presente. Para alcanzarla, proponían un ejercicio parecido; suponer que no tienes nada, discurrir por orden de prioridad lo que querrías recibir cuántas cosas reclamas que son tuyas”. Ya en tiempos de Platón advirtió cuando surgió la escritura que la oralidad era el ideal para una conversación amena y fluida, y precisó que “es olvido lo que producirán las letras en quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de los libros, llegarán al recuerdo desde afuera”, es decir, todo se va al exterior de nuestra mente porque ya no memorizamos ni siquiera nuestro número telefónico entre otros datos relevantes que nos hacen inútiles cuando nos quedamos sin batería de nuestro teléfono “inteligente”. Así que acudamos al festín de las palabras y sean preñadas con amor para que no nos invada la ansiedad de apresurarse en ese tiempo perdido que se llama edad. “Tenemos un apetito voraz de comunicarnos; por esa razón nos seduce la tecnología capaz de transportar nuestras palabras” y así fue mi intento de quererme entrevistar con esa mujer a través del whatsApp pero sin escribir ella nada, me contestó todo. “El sentido del humor debería ser el bagaje de quien quiere encontrar el amor”. No lo hice de manera desesperada sino con alegría pero “tendemos a amar al que no parece necesitarlo demasiado”. En cambio, los libros nos incitan a esa necesidad de estar en comunicación con otras geografías humanas y dejarse llevar por la cima del asombro, así también en ponerse en forma y condición espiritual para recorrer latitudes literarias. Mientras acabo de leer el libro “Alguien habló de nosotros” me anega el alma por descubrir la pluma de Irene Vallejo, que me seduce con leer otro de sus libros: “El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo”. Después de todo, siempre habrá un diálogo para descubrir quiénes somos y no perderse en el polvo del olvido. La lluvia se hizo presente y me fui deambulando en ese reencuentro conmigo causando ese efecto de introspección debatiéndose mi corazón en ese campo de batalla y en una lectura en voz alta me dije: “Corazón, sé paciente, que ya en otras ocasiones sufriste reveses más duros, pero aguantaste”.