No es solo el coche ‘limpio’. El desarrollo de las tecnologías de comunicación a través de la red 5G y las infraestructuras interconectadas acelerarán la descarbonización del transporte.
Los coches conectados con peatones, otros vehículos, centros de tráfico o el propio hogar, son un proyecto muy real.
Las ventas de vehículos eléctricos crecen. Ya hay estudios que consideran que el coste de uso de algunos modelos (lo que cuesta, lo que se deprecia, su gasto energético, su fiscalidad, el seguro o el mantenimiento) es equiparable al de sus iguales de combustibles fósiles.
Los fabricantes están siendo obligados a la transformación, no solo por la presión legislativa, sino porque ha calado en la opinión pública el daño de la contaminación de la atmósfera y los costes económicos de los atascos de tráfico, que pueden reducir el PIB nacional entre un 2% y un 5% según un estudio de la Organización Mundial de la Salud. En ambas esferas, la influencia del transporte es innegable.
El reciente análisis que hizo Ericsson sobre un escenario europeo de descarbonización sugiere que la conectividad podría reducir aproximadamente 550 millones de toneladas de emisiones equivalentes de dióxido de carbono. Esto es igual al 15% de las emisiones totales que tuvo la Unión Europea en el año 2017. Por lo tanto, para el año 2030 las aplicaciones y usos específicos de 5G en cuatro industrias con altas emisiones (energía, transporte, manufactura y construcción) pueden llegar a permitir un ahorro adicional entre 55 y 170 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono al año, equivalente eliminar las emisiones de 35 millones de coches.
Por eso ya no se se habla solo de descarbonización en la industria por sí misma y los planes de inversión mundiales se centran en el desarrollo de la movilidad inteligente, en la que intervienen los modos de propulsión sin partículas ni CO2, pero también (y enlazados) la interconexión de los usuarios del transporte con la carretera, las intercomunicaciones en la ciudad y los centros de control de tráfico. Esto ya gira alrededor de la Inteligencia Artificial (IA), Internet de las Cosas (IoT, sus siglas en inglés), sensores y plataformas de software en la era de los macrodatos.
En esta red de telecomunicaciones forma parte central el vehículo autónomo. «La interacción que tendrán los nuevos vehículos con la infraestructura y los objetos externos ayudará a transformar la movilidad urbana», explica en Diego Jiménez-Albarracín Casado, director de la oficina de Inversiones de Deutsche Bank, en un informe.
La conectividad del vehículo futuro es total: con el peatón; entre vehículos; a dispositivos; al hogar, a la red eléctrica, a las infraestructuras de tráfico… Los automóviles totalmente autónomos están ahora en el centro de la diana de la industria y crece a pesar de las barreras tecnológicas, reguladoras y legales para que puedan producirse masivamente. Jiménez-Albarracín cita pronósticos que situarían este mercado con un valor de 65.000 millones de dólares en 2027. Estima que los ingresos para el mercado global de IoT en automóviles alcanzarán los 110.000 millones de dólares en 2023 (en 2018 fueron 30.000 millones).
¿España está jugando ese partido? Según Elena Arrieta, directora de Comunicación de la patronal tecnológica DigitalES, sí. «España es un país puntero en la incorporación de tecnologías disruptivas en la industria de automoción, tanto en el área de la producción como en la conectividad de los propios vehículos», afirma.
«Encontramos casos de uso muy prometedores de la aplicación de 5G en la planta de Ford de Almussafes, en proyectos de investigación sobre el coche autónomo como el que Telefónica y Gamma Solutions están desarrollando en Extremadura, o en proyectos de I+D como ‘Remotis’, el coche autónomo que han desarrollado los ingenieros españoles de Capgemini Engineering», especifica Arrieta.
La portavoz de DigitalES concluye que «las redes 5G harán posible que estas innovaciones se industrialicen, pasando de ser experiencias puntuales a incorporarse a gran escala, gracias a su baja latencia y a su alta capacidad».
Mientras tanto, la demanda de vehículos limpios en Europa se dispara a pesar de que aún faltan las infraestructuras para que el nuevo modelo se generalice. Se espera que superen en ventas a los de combustión antes de 2040 a través de inversiones privadas y sobre todo a las políticas de los gobiernos.
Como consecuencia, los costes de fabricación de vehículos eléctricos están disminuyendo considerablemente en los últimos 10 años. La batería que se producía por 1.000 euros/kWh en 2010 apenas llega hoy a los 100 euros/kWh. Y lo mismo puede decirse de los automóviles, más fáciles de ensamblar y por tanto con un coste de producción inferior.