Debido a la escasez de agua y a otros fenómenos propios del cambio climático, muchos destinos y ciudades pierden sus atractivos turísticos y gastronómicos.
Por Luis Javier Álvarez Alfeirán
Las condiciones climáticas están cambiando, se lleva hablando mucho tiempo del calentamiento global y sus consecuencias, pero cada vez se puede palpar con mayor claridad que aquel futuro que muchos no terminaban de creer se está haciendo presente cada vez con mayor claridad.
Estamos ya a mediados de junio, y en la Ciudad de México aún no se nota la que otrora era evidentemente la “época de lluvias”. No llueve con la fuerza e intensidad de otros años, las reservas de agua se encuentran en estado crítico y la dinámica social se modifica, y con ella, todas sus aristas, siendo el turismo y la gastronomía una de ellas y por ende, –dada su importancia y el impacto económico que genera esta industria–, prever las necesarias adaptaciones para la vida y la economía, es de vital importancia.
Hoy en día, por ejemplo, la presa de Valle de Bravo, de acuerdo a las autoridades, se encuentra a menos de la mitad de su capacidad y sigue perdiendo volumen con rapidez; debido a lo anterior, la Conagua se ha visto obligada responsablemente a detener la extracción del líquido que desde allí suministraba a la Ciudad de México como parte del sistema Cutzamala.
Pero Valle de Bravo no sólo pierde agua; pierde con ello además, una actividad turística que es esencial para este Pueblo Mágico. La vida alrededor del lago da de comer a cientos de familias que viven del turismo que cada fin de semana se congrega en esa región, se estima que el 87% de la economía del Municipio de Valle de Bravo tiene que ver con la industria de servicios, donde el turismo es sin duda el de mayor relevancia.
Por otro lado, la falta de lluvias tiene además consecuencia en los bosques que lo rodean y que, a su vez, llevan a que la temporada de hongos, –distintivos de la región e importantes para la gastronomía local–, se vea afectada. Hacia el mes de septiembre suele llevarse a cabo uno de los festivales gastronómicos más importantes de la región contando con la participación de figuras relevantes del mundo culinario nacional e internacional; los hongos silvestres han sido protagonistas dando un impulso a la producción local y a la cultura de la preservación de los bosques. Si se pierde esto, se pierde un patrimonio culinario nacional.
Y así, como ocurre en este destino del Estado de México, sucede en muchas otras regiones del país. El clima cambia y el ser humano, que tiene siempre la capacidad de adaptarse, tiene que cambiar también; pero para hacerlo de manera positiva y sustentable la previsión es fundamental y más, considerando los cientos de miles de empleos que dependen, en este caso, del turismo y la gastronomía. Es responsabilidad de los gobiernos y de la iniciativa privada encontrar esquemas de desarrollo que permitan que los destinos turísticos sigan siéndolo y lo hagan de forma sustentable.
Para la sociedad en general, es imperativo adaptarse a nuevas realidades, nuestra condición humana nos lo permite; la evolución es intrínseca a la creación, y el ejercicio de la razón, –distintivo del ser humano–, nos permite hacerlo de forma eficiente y anticipada. Creer que el mundo cambiará y se corregirá por sí mismo es ingenuo y en algunos casos indolente; nos toca cambiar a nosotros para adaptarnos a las nuevas realidades y ayudar a que «nuestra casa común», es decir; nuestro planeta, siga siendo un lugar de convivencia y desarrollo que podamos disfrutar no sólo en el ámbito de la subsistencia sino de la recreación y el esparcimiento.