El mono gramático de Octavio Paz, Editorial Seix Barral, 1974, España
Un libro se lee por curiosidad volando poéticamente nuestra mente. Andamos como monos trepando las páginas de cada árbol en la cúspide de un libro, dando saltos a nuestras virtudes y sonreímos sin disimulo brincando de un lugar a otro.
Pareciera que Paz nos plantea reencontrarnos en algún género literario a través de la lectura, no se sabe si somos un ensayo o trascendemos en un poema. En el epígrafe, Paz cita con esmero a John Dowson, quien precisa que uno de los jefes de los monos es Hanuman, éste tenía la habilidad de saltar de la India a Ceylán, y descifrar el sentido de las escrituras; sin embargo, usted lea sin preguntarse cuál es o ha sido el fin de este libro; sin buscar una amena explicación de la causa sino el efecto de “ir hasta el fin -sin preocuparme qué quiere decir <<ir hasta el fin>> ni qué es lo que yo he querido decir al escribir esa frase”. ¿Cómo sería nuestra vida sin llegar a preguntar “nada” y dejarnos de preocupar qué rumbo llevar como un Odiseo enamorado que se presente como “nadie” ante el cíclope, para ir hasta el fin?
Creo que algunos sin proponérselo, llevan así su vida con la tendencia de las redes sociales, sin ayuda de nadie: a través de la tecnología del “buscador”, consultar casi todo y después sin recordar nada, ya que no hay esa opción de analizar ni de cuestionar; la vieja escuela nos enseñó a dudar en ese método socrático para descubrir esa “trampa verbal”, pero caminamos en búsqueda de ese encuentro de miradas o de nuestros pasos extraviados que nos orienta los caminos que cruzamos en la esquina de la duda. “El camino también desaparece mientras lo pienso, mientras lo digo”. Mientras continúo mi camino por esta ciudad que promete deambular con seguridad, desaparece a la vuelta de sus actos en un sendero pedregoso; así voy hilando mi lectura de este rumiante libro de metáforas, acaso describiendo al México actual rebasando la ficción: “Otra vez se desciende: yerbales, plantas biliosas, cardos, hedor y boñiga e inmundicia humana […] una asamblea de buitres en torno a un perro con el vientre despedazado a picotazos, millones de moscas, una roca sobre la que han pintado con alquitrán las siglas del Partido…”.
Este libro versa más bien, en otro tenor, lugar y época “que no nos deja nunca, sombra de nuestros pensamientos, reverso de lo que vemos y hablamos y somos”. De alguna manera nuestro deber ser es estar siendo y el tejido que hace Paz, en este libro es a propósito del lenguaje que plantea en otro sentido figurado, “destejer el tejido verbal: la realidad aparecerá”. En el intersticio del libro está escrito lo que otros han dejado de decir, o decir de otro modo lo que no han podido expresar en lo que se ha visto “lo no dicho no es esto o aquello que callamos, tampoco es ni-esto-ni-aquello: no es el árbol que digo que veo sino la sensación que siento al sentir que lo veo en el momento en que voy a decir que lo veo”.