En Mundo Empresarial tuvimos el privilegio de conversar con una mujer extraordinaria: valiente, decidida y con la mirada siempre puesta en lo más alto. Ella es Elsa Ávila, la primera mujer mexicana en conquistar el monte Everest en 1999. Pero su legado va mucho más allá de esa emblemática cumbre.

Elsa Ávila. ha escalado algunas de las montañas más imponentes del planeta, entre ellas:

  • K2, la segunda más alta del mundo y una de las más peligrosas.
  • Lhotse, la cuarta.
  • Makalu, la quinta.

Y nada menos que las Siete Cumbres de los Siete Continentes.

Elsa Ávila es, sin duda, un ícono del deporte extremo en México, reconocida a nivel internacional por su fortaleza física y emocional, y por su compromiso con la montaña y con la vida misma.

Durante la entrevista, Elsa compartió reflexiones poderosas. Cuando le preguntamos cuál había sido su mayor logro en el montañismo, respondió con una frase que lo dice todo: “Estar viva.” Para ella, celebrar sus conquistas significa, simplemente, agradecer el milagro de seguir aquí. “A veces se nos olvida lo maravilloso que es estar vivos”, nos dijo.

Aunque es ingeniera de profesión, su pasión por las montañas la llevó a cambiar el rumbo. Desde joven, mientras estudiaba, aprovechaba cada oportunidad para escalar. “La montaña me enseñó a enfrentar los mismos obstáculos que encontraba en la universidad… y en la vida”.

Sobre sus retos más duros, destaca la Patagonia y el Círculo Polar Ártico. “No son los más altos, pero sí los más exigentes. Ahí es donde realmente me enfrenté como alpinista completa: roca, hielo, clima extremo… todo en uno”.

Le preguntamos cómo se maneja el miedo en esos entornos extremos, y su respuesta fue tan simple como reveladora: “El amor a la vida te impulsa. Puedes paralizarte o liderar. Yo elijo liderar”.

Hablando sobre las mujeres en el montañismo en México, Elsa es clara: hay talento, pero falta liderazgo independiente. “Ser guiada no es lo mismo que liderar una expedición. Aún falta que más mujeres asuman ese papel de decisión en la montaña”.

Ha sufrido en carne propia los riesgos de la altitud: edemas cerebrales y pulmonares, congelamientos… incluso perdió parte de su visión temporalmente. Pero siempre, la voluntad de vivir la sacó adelante.

En México, su montaña favorita es el Iztaccíhuatl, por lo que representa como símbolo femenino. Sin embargo, lamenta cómo la falta de respeto hacia la naturaleza está dejando huella. Actualmente colabora con la fundación Cumbres Blancas México para proteger y conservar estos espacios.

Hoy, aunque ya no escala al nivel de antes —debido a un marcapasos y complicaciones cardíacas—, Elsa sigue activa como conferencista y promotora de una vida consciente, conectada con el cuerpo, la mente y el planeta. “Mi pasión por la montaña sigue viva. Ahora escalo con las palabras, desde los escenarios”.

Su retiro activo vino después de escalar el Everest, al convertirse en madre. “No podía seguir arriesgando mi vida sabiendo que mis hijos me esperaban.” En vez de ello, participó en carreras de aventura, construyó su empresa y se dedicó a compartir su historia con el mundo.

Próximamente, Elsa lanzará un libro que no solo narra sus hazañas en la montaña, sino que ofrece una metáfora profunda sobre lo que todos enfrentamos en la vida. “No se trata solo de escalar montañas, sino de aprender de ellas. Somos invitados en este planeta, y debemos vivir con respeto y conciencia”.

Su consejo para las nuevas generaciones de mujeres alpinistas: “Entréguense con honestidad a la montaña. No vayan por la foto, vayan por la experiencia. La montaña, si la escuchas con el corazón abierto, te devuelve regalos que no sabías que necesitabas”.

Elsa Ávila no solo escaló montañas. Las transformó en lecciones de vida.

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