La Condena de Franz Kafka, Emecé Editores, 1958, Buenos Aires
En agosto cumplí 50 años y lo celebro con gratitud a quienes me dieron la vida con amor y libertad: mis padres Arturo y Laura; con tintes irónicos, recordando a quien quiso ser olvidado; me refiero a mi padre espiritual que literariamente lo tengo presente en mi vida y en este nuevo ciclo de mi cumpleaños: Franz Kafka.
Lo que extraño de mi infancia es la distancia de mis amigos y de aquel libro que leí a escondidas: aunque uno se encierre en alguna habitación, librería de viejo como “El Hallazgo” o biblioteca, un libro te abrirá puertas al universo del conocimiento y de poder llevar de alguna manera, un afable diálogo con el autor y creador de sus personajes, y hasta sugerirte abrir nuevas amistades; desde ese día me condené a leer sin remordimientos y sin entender ese misterioso gusto por la lectura -mi padre leía a Kafka y lo refería como su misma personalidad: irónico hasta en sus modales-.
Después de muchos años de esa búsqueda no sé cuál sería la precisión de confirmar este encuentro: el libro que buscaba me llamó, o Kafka me susurró metamorfoseándose en la condena de leerle: “Es cierto que eras un niño inocente, pero mucho más cierto es que también fuiste un ser diabólico”. En la “Descripción de una lucha” con maestría Kafka nos define un reloj de arena deteniendo un grano de nuestra vida poética o filosóficamente: “Era más o menos ese breve y tranquilo instante de pausa entre el día y la noche, cuando la cabeza se nos inclina inesperadamente hacia a un costado, y cuando sin que lo notemos, todo se calla, porque no lo miramos, y luego desaparece».
A manera de confesión y sin queja para quienes ya llegamos al medio siglo, y me alegra quienes viven y sueñan en la misma cama -añadiendo un debate olímpico de ronquidos- Kafka sabía algo de este tema: “Desdicha del soltero” aunque también hay algo de dicha de estarlo, pero “parece tan terrible quedarse soltero, ser un viejo que tratando de conservar su dignidad suplica una invitación cada vez que quiere pasar una velada en compañía de otros seres”.
No del todo soy infeliz, tengo una maravillosa familia: padres, hermano y dos sobrinos; soy padrino de una hermosa niña: Lilian y una asombrosa gatita: Lunita. Franz Kafka en esta suma de su obra: ya que es un volumen que reúne lo que publicó personalmente -con algunas excepciones- también incluye lo que publicó en diarios y revistas; el contenido del ejemplar titulado: La condena, descubrirá tan exquisitos textos con esa hechura de ironía; figúrese estos títulos que me identifican y asocian en mi vida: “Un artista del hambre”, “Conversación con el ebrio”, “Desdicha del soltero”, “Una novela de la juventud”, “El comerciante”, “Contemplación distraída en la ventana”, “Los árboles”, “Un médico rural” entre otros.
Este autor no ha muerto en el olvido, sino más bien, quienes no han acudido en su lectura, irónicamente se han condenado a dejar de conocerse a través de su obra. Léanlo con esa agudeza mental y espiritual y no condene su tiempo en perderlo en lo innecesario.