Las investigadoras más jóvenes fueron las que más dificultades enfrentaron, con menos publicaciones en comparación con sus colegas hombres.
La pandemia de la Covid-19 ha pasado factura a las científicas ampliando la brecha de género en la ciencia. Durante la primera ola de la covid-19 enviaron menos manuscritos a revistas que sus colegas masculinos y publicaron menos que ellos.
Esa diferencia fue más pronunciada en el caso de las investigadoras más jóvenes y, sobre todo, en el ámbito de la salud y medicina, estrechamente vinculado a la investigación del SARS-CoV-2.
Crece la brecha de género en la ciencia
Son las principales conclusiones que arroja el que es hasta el momento el mayor estudio realizado sobre el impacto de la Covid-19 en la carrera científica de las mujeres y que se publica en PLoS ONE.
Dado que los artículos científicos tienen un peso decisivo a la hora de conceder financiación a los investigadores o de valorarlos como candidatos para lograr una posición, los autores del trabajo alertan que la pandemia podría agrandar aún más la brecha de género en la academia.
Según señala a SINC Flaminio Squazzoni, investigador de la Universidad de Milán y coautor del estudio, “nuestros datos sugieren que el inicio de la pandemia fomentó un ambiente ventajoso para los hombres académicos en detrimento de las mujeres académicas, lo que podría comportar efectos a largo plazo y aumentar aún más la desigualdad de género en ciencias”.
Brecha de género: ¿qué pasó en la pandemia?
A inicios de 2020, en la primera ola de la enfermedad, muchos países establecieron confinamientos y restricciones severas que obligaron a investigadores de todas las disciplinas a cerrar sus laboratorios y trabajar desde casa.
Eso implicó en muchos casos tener que compaginar la actividad investigadora con responsabilidades familiares, como los cuidados a hijos o a personas dependientes, lo que potencialmente exacerbó los desafíos a que ya se suelen enfrentar las mujeres.
En este sentido, los primeros estudios que se realizaron sobre el impacto de la Covid-19 en la producción científica ya señalaban que la situación estaba penalizando sobre todo a las investigadoras en posiciones más precarias, como estudiantes de doctorado y postdoctorado. Y ahora los datos de este trabajo confirman esos resultados preliminares.
Las científicas jóvenes, las más perjudicadas
Squazzoni junto con la investigadora Bahar Mehmani y otros tres miembros del proyecto PEERE, entre ellos Francisco Grimaldo de la Universidad de Valencia, han analizado los datos procedentes de 2,329 revistas científicas del grupo editorial Elsevier, de manuscritos enviados y publicados entre febrero de 2018 y mayo de 2020, de unos cinco millones de autores.
Han visto que entre febrero y mayo de 2020 los envíos a revistas de Elsevier aumentaron un 30 % en comparación con el mismo periodo en 2019. En el ámbito de la salud y la medicina, el aumento de envíos de manuscritos fue incluso superior, del 65 %, en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Sin embargo, disgregados los datos por género muestran que las mujeres enviaron menos manuscritos que los hombres en todos los ámbitos de la ciencia, incluidos aquellos en los que la brecha de género no suele ser tan acusada, como ciencias de la vida o ciencias sociales. En salud y medicina es donde las diferencias fueron más acusadas.
Las investigadoras más jóvenes fueron las que menos publicaron, aunque si se tienen en cuenta los manuscritos enviados con mujeres como primeras autoras, el estudio muestra que las científicas se han visto penalizadas en general, sin importar la edad. “Las mujeres perdieron la oportunidad de enviar más manuscritos durante la primera ola, justo cuando la demanda de investigación [relacionada con la Covid-19] crecía sin precedentes, mientras que los hombres la aprovecharon”, apostilla Squazzoni.
Con la ayuda del ‘big data’ y algoritmos
Que las mujeres publican menos que los hombres, en general, no es novedad. Antes de la pandemia ya había ámbitos en que la brecha de género era gigante, como ingenierías o física, mientras que en otros era más discreta. Para poder ponderar este hecho, los investigadores revisaron los manuscritos enviados por los mismos autores durante los mismos periodos de 2018, 2019 y 2020.
Asimismo, aplicaron algoritmos de inteligencia artificial para intentar averiguar el género de cada autor, una empresa compleja sobre todo en el caso de científicos procedentes de países como Irán o Asia en general, puesto que los algoritmos no están alimentados con suficiente datos de estos estados.
También recurrieron a la base de datos Scopus para estimar la edad de cada autor y el momento de la carrera científica en que se encontraban. A eso sumaron datos de movilidad de Google para estipular la residencia de cada uno. Los investigadores de la Universidad de Valencia han sido los encargados de recolectar esos datos, limpiarlos y hacerlos útiles.
“Publicar es básico para ser reconocido por la comunidad investigadora. Si hay un beneficio muy marcado para los hombres, eso perpetúa ese beneficio a nivel de citaciones y de mejores condiciones para ser promovidos o lograr una posición”, señala a Agencia Sinc Squazzoni, que revela que ya están trabajando con los datos de las revistas de Elsevier hasta junio de 2021. “Queremos tener toda la foto para poder comprender mejor si los efectos de esta distorsión se han perpetuado o no”, afirma.
Una oportunidad para cambiar el sistema
A la luz de los resultados de este estudio, Squazzoni y sus colegas reclaman que las agencias de financiación, centros de investigación y universidades adopten medidas de compensación a la hora de evaluar a un candidato. “En el currículum los investigadores deberían poder incluir y que se tuviera en cuenta cuál fue su experiencia en la pandemia”, destacan y ponen como ejemplo a los Institutos de Salud de Canadá (CIHR), que ya están implementando medidas compensatorias a la hora de evaluar a los investigadores.
“La pandemia nos brinda la oportunidad de implementar nuevos criterios y otras formas de evaluar la productividad de los investigadores, algo que se venía reclamando ya desde hace tiempo”, considera Squazzoni.
En su opinión, “a largo plazo, tenemos que crear un ambiente que sea amable para las mujeres científicas, con el fin de evitar que abandonen su carrera, pero también que permita repartir mejor los recursos y tomar mejores decisiones sobre a quién contratar para una posición. No podemos seguir basando todo el sistema solo en citaciones y publicaciones. Necesitamos nuevas métricas”, concluye.