Roma puede que sea la ciudad eterna, pero sus artefactos antiguos están sometidos a los estragos del tiempo, la contaminación, la lluvia ácida y el sudor y el aliento de millones de turistas. El Arco de Septimio Severo en el Foro Romano, por ejemplo, tiene la suciedad de 18 siglos en su superficie.
Ahora, el conservador Alessandro Lugari y sus colegas intentan salvar los tesoros de la ciudad con una nueva tecnología que emplea una de las formas de vida más antiguas: las bacterias.
«Este mármol se estaba casi desintegrando; se estaba convirtiendo en polvo», dice. «Así que tuvimos que intervenir».
De pie bajo el arco, Lugari señala un bloque de mármol de varias toneladas. «En su interior hay miles de millones de bacterias», añade.
El bloque en cuestión sirvió de prueba para el resto del monumento. Su exterior se cubrió con enzimas, atrayendo a las bacterias -que viven naturalmente en el mármol- a la superficie. La calcificación resultante reforzó la piedra, y las enzimas se aplicaron varias veces al día durante dos semanas.
«(La bacteria) no atraviesa el mármol, sino las grietas, y se solidifica», explica Lugari. «Se recubre de carbonato de calcio, que es la misma sustancia que el mármol y, por tanto, une, a nivel microscópico, las distintas partes del mármol, creando más mármol».
«Lo hemos probado y ha funcionado, así que el siguiente paso será probarlo en todo el monumento», añade.
Restauración a nivel molecular
Silvia Borghini, conservadora del Museo Nacional Romano, dice que las bacterias tienen una reputación injusta porque se las asocia con la infección, pero sus funciones son mucho más complejas. «Solo un número muy pequeño de bacterias son patógenas», afirma. «Más del 95% de las bacterias no son perjudiciales para el ser humano… vivimos en medio de bacterias y vivimos gracias a ellas».
Cada vez más, los trabajos de restauración se llevan a cabo a nivel molecular. Pero en Italia, el reto es enorme porque el país tiene yacimientos arqueológicos a escala monumental.
A partir de noviembre de 2019, se utilizaron microbios bacterianos en Florencia para limpiar la Capilla de los Medici, un mausoleo diseñado por Miguel Ángel en el siglo XVI.
«Descubrieron que tenían que eliminar tanto los materiales orgánicos como los inorgánicos», dice Chiara Alisi, microbióloga de la Agencia Nacional Italiana de Nuevas Tecnologías. «Pero en este caso utilizar sustancias químicas habría sido demasiado agresivo, así que (los restauradores) nos pidieron ayuda».
Alisi y su equipo buscan cepas de bacterias potencialmente útiles en vertederos industriales, minas abandonadas y lugares del pasado lejano, como antiguas tumbas.
«Ya han sido seleccionadas por la naturaleza para desarrollar capacidades potenciales, que podemos probar, estudiar y aplicar», explica.
Es un proceso complicado: aislar las cepas individuales que prosperan en los tipos de suciedad adecuados, secuenciar su ADN y ponerlas a trabajar.
Borghini demuestra los resultados en el jardín del Museo Nacional Romano. Con un cepillo de dientes retira el gel impregnado de bacterias de un bloque de mármol que formaba parte de un puente romano del siglo IV. De las tiras de prueba, cada una de las cuales probaba diferentes cepas de bacterias, la más limpia se cubrió durante 24 horas con una conocida como SH7.
«(La bacteria es) fácil de aplicar, y después los artefactos se mantienen limpios», dice. «No daña el medio ambiente, no es tóxico para nosotros ni para la flora del jardín. Es perfecto».