“Vivirse a sí mismo” es el mensaje implícito del autor de este libro que trasciende y esquiva la memoria. Uno se encuentra tenebroso ante una gran obra que se torna frágil para mentes débiles por su portentosa sabiduría y añado por su imponente porte editorial; se requiere de una agudeza mental al entendimiento sin dejarse vencer por la debilidad del ego; sin embargo, nos puede guiar y brindar confianza Michel de Montaigne en sus Ensayos porque “nos sentimos fortalecidos por su pensamiento”; es imprescindible saberlo escuchar a través de una atenta lectura -relectura obligada y de consultas infinitas: “No te preocupes por el mundo. Tú no lo puedes cambiar ni mejorar. Ocúpate de ti mismo, salva en ti lo que haya que salvar. Mientras los otros destruyen, tú construye, trata de ser sensato contigo mismo en medio de la locura”-, también dedica los tiempos estrictos para abordar la lectura que se escribió con los mejores metales de calidad que no han perdido la profundidad del conocimiento de otros siglos; es menester acudir al escritor Stefan Zweig quien reinterpreta a Montaigne: “un hombre de especial clarividencia y perspicacia, un hombre encantador que además era un artista capaz de conferir a cada frase y a cada sentencia su impronta personal”; sus ensayos son meramente para llevarlos con precisión y concentración para el deleite de nuetra mente; son dos mentes excepcionales que irónicamente la obra fue inconclusa como la vida misma de cada ser humano. Stefan Zweig detalla como pudo lograr tal empresa de emprender esta obra que realizó Montaigne desde esa “insobornable claridad del espíritu y la ilesa humanidad del corazón en medio de la bestialidad”. Zweig se refugia con Montaigne porque se identifica y se deja abrazar por ese oleaje sutil de cada palabra que preña y aflora con ese peculiar sentir: “al leer a Montaigne tengo la impresión de que en sus páginas está mejor pensado y dicho, con más claridad y nitidez, lo que constituye la preocupación más profunda de mi alma en la época en que vivo”. Los libros son meramente protagonistas de sus viajes de vida y estilo de vida selecta y quizás sus mejores acompañantes: “sabiendo que los puedo disfrutar cuando quiera, estoy satisfecho con el mero hecho de poseerlos. Nunca viajo sin libros, ya sea en tiempos de paz o en tiempos de guerra. Pero a menudo paso días y meses sin mirarlos. Los leeré poco a poco, me digo, mañana o cuando me plazca… son las mejores provisiones que he encontrado para este viaje de la vida”. Irónicamente Montaigne no intentó llevar un orden en sus Ensayos ni hacer un recetario de vida, nos aclara Zweig; escribirse a sí mismo con esa convicción ya que “la cosa más importante del mundo es saber ser uno mismo”. Creo que uno se identifica con esta dósis de lectura que nos ofrecen para reactivar nuestra confianza en aguas claras en estos tiempos oscuros; emprenda esta lectura con esa esencia de estas dos grandes mentes que encontraron la clave de vivirse a sí mismo. Zweig se despide dejando inconcluso este libro: “Saludo a todos mis amigos. ¡Ojalá alcancen aún a ver la aurora tras la larga noche! Yo, demasiado impaciente, parto antes que ellos”.