POR QUÉ ES ESENCIAL MEJORAR LA PRECARIA EDUCACIÓN FINANCIERA DE LOS JÓVENES

El documental ‘Y a mí qué el dinero’ reflexiona acerca de la importancia de una buena formación económica para no poner en peligro el bienestar personal.

La importancia del ahorro es una máxima repetida sin cesar en la mayoría de los hogares, e inculcada por padres y abuelos que, en algunos casos, pasaron por periodos de gran escasez. Ahorramos, sí, pero según los expertos no lo hacemos bien. Con una mayor esperanza de vida, crece también la necesidad de prepararse, desde muy temprano, para una jubilación mucho más longeva que la actual. Y aunque la educación financiera es, según la OCDE, una habilidad esencial para la vida, los jóvenes españoles están en clara desventaja: 13 puntos por debajo de la media europea en conocimientos sobre el dinero, economía y finanzas, de acuerdo con el informe PISA. Una problemática que se aborda en Y a mí qué el dinero, un documental del Instituto Santalucía presentado hoy en el que profesores, expertos y alumnos reflexionan sobre cómo dar los pasos necesarios en la dirección correcta.

“La educación financiera es el abono perfecto para cultivar actitudes positivas hacia el ahorro y la planificación del ciclo vital”, explica Ramón Castro, profesor del IES Fernando de Mena, en Socuéllamos (Ciudad Real) y protagonista, junto a sus alumnos, de esta cinta. Contar con conocimientos básicos sobre productos financieros y de deuda puede, además, ayudarles a tomar decisiones futuras con una mayor reflexión, de manera que no lleguen a condicionar su vida personal. Que sepan elegir el más adecuado o, al menos, que aprendan a dudar y buscar un consejo profesional. “Al igual que, cuando desean comprar unos zapatos, acuden a varios comercios y miran las ofertas, pueden hacer lo mismo antes de tomar una decisión de ahorro o endeudamiento”, continúa el docente. “Nuestra economía viene de superar una gran crisis en la que muchos hogares tomaron decisiones de endeudamiento a 35 años, basándose en sueldos inflados por una burbuja… Muchos supieron lo que era una hipoteca cuando ya no podían pagarla”. Y se pregunta: ¿hubiera sucedido esto mismo si la población hubiera contado con más conocimientos financieros?

Sin suficientes conocimientos financieros

Las tendencias de empleo, consumo y mercados financieros son hoy muy diferentes a las que había hace una generación. Por eso, “los viejos hábitos de nuestros padres y abuelos ya no sirven para un ciclo vital tan largo, las tentaciones de un consumo basado en la satisfacción instantánea y la inveterada preferencia a comprar viviendas que nos excluyen de un tipo de ahorro más eficiente”, afirma José Antonio Herce, doctor y profesor de Economía en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro del foro de expertos del Instituto Santalucía.

“Tradicionalmente, hemos ahorrado en ladrillo, en planes de pensiones o cuentas a plazo. Hay, aún, cierto respeto a ahorrar usando fondos de inversión, y las malas experiencias (preferentes, invertir en una sola compañía) han quedado grabadas en la memoria colectiva. La educación financiera nos permite adquirir una mayor confianza en nuestras decisiones”, añade Castro. Para Herce, la incertidumbre sobre el futuro, con un empleo precario, unas remuneraciones más desiguales que en el pasado y unas pensiones nuevas mayores que los salarios medios de los trabajadores jóvenes, lleva a “una incipiente reversión de las clases medias, la depauperación de muchos hogares jóvenes y el olvido de las viejas reglas prudenciales de la gestión de la economía doméstica”.

Familiarizarse con conceptos básicos como el dinero, el ahorro, las pensiones o el endeudamiento resultan más importantes que nunca. Por eso, señalan los expertos, la educación financiera es esencial para evitar malas decisiones que puedan hipotecar los hogares jóvenes del futuro. Porque, si bien los adolescentes no gestionan su propio dinero, “sí que disponen de parte del dinero de sus hogares, por lo que necesitan herramientas para enfrentarse a productos como las apuestas, donde se magnifican los rendimientos y se disimulan los riesgos (cuando estas dos variables están íntimamente unidas)”. Se trata, apunta Herce, de desarrollar las competencias necesarias para evitar asumir deudas que, aun siendo reducidas, puedan adquirir volúmenes importantes “en forma de hipotecas poco realistas para los ingresos de que se dispone, mediante tarjetas de crédito o créditos al consumo, de los que mucha gente desconoce el TAE (…), y no sabe que puede llegar a pagar, por una vivienda, casi el doble de su valor de tasación”.

Finanzas en la educación

La educación financiera, como materia propia, no existe en el currículo de Secundaria, así que (de momento) se integran de manera más dispersa en otras asignaturas de Economía y relacionadas con el emprendimiento. No se trata de un problema aislado de España: muchos son los países que luchan contra la despreocupación financiera de sus ciudadanos. “En los países más avanzados, los nórdicos especialmente, el mensaje de cautela y advertencia de los organismos internacionales ya ha calado y las escuelas empiezan a dedicar recursos y esfuerzos a enseñar finanzas básicas en Primaria y Secundaria, mediante juegos y casos prácticos” esgrime Herce.

Una reforma que, en España, contemplará la nueva ley educativa, la LOMLOE, según afirman desde el Ministerio de Educación y Formación Profesional: “Va a ser incluida en todas las etapas en Primaria y Secundaria de forma transversal, en todas las asignaturas, y en Bachillerato con una formación más específica”, asegura María Dolores López Sanz, directora general de Evaluación y Cooperación Territorial. Para Castro, la educación financiera debería ser de obligado conocimiento, aunque reconoce que la rigidez de nuestro sistema educativo obligaría a sacar otra asignatura antes de introducir una materia troncal nueva: “Por eso, debería ser optativa pero abierta a todos los itinerarios, y estar disponible en varios cursos, de manera que pueda ser escogida en segundo, tercero o cuarto de la ESO, por ejemplo”.

“El primer error de cálculo económico que cometen los jóvenes es dejar de estudiar. Tenemos altísimas tasas de abandono, por ejemplo, en Baleares. ¿Por qué? Porque hay un empleo fácil: sales, trabajas, te compras la moto, sigues en casa… Pero claro, ahí hay un error de cálculo”, reflexiona en el documental Mariano Fernández-Enguita, sociólogo y catedrático de la UCM. “Primero, porque no se está dando cuenta de que ese es un sueldo para un joven, y no para un adulto; y segundo, porque si sale así al mercado laboral, cuando llegue a los 40, si tienes trabajo es probable que tengas un sueldo que será muy parecido a aquel con el que te fuiste tan contento de la escuela al empleo”. La educación no es suficiente para casi nada, sostiene, “pero es cada vez más una condición necesaria para casi todo”.

¿Están realmente interesados los adolescentes en aprender Economía? Castro no tiene ninguna duda: “Tienen curiosidad por entender lo que es el dinero, quién lo crea, cómo se reparte, por qué no se resuelve el problema del desempleo… Partiendo de ahí, es necesario abordar los problemas económicos de una manera sencilla, aunque cercana a la realidad”. A través de artículos de prensa, vídeos, debates de actualidad, datos y, charlas de diferentes expertos, sus alumnos aprenden conceptos económicos fundamentales como el ahorro, la fiscalidad del Estado de Bienestar (para entender las decisiones en política económica) o el endeudamiento, un aspecto en el que las decisiones que tomemos pueden afectar profundamente a nuestra vida personal: “Es necesario conocer los tipos de productos que se ofrecen en la actualidad y conocer las leyes que rigen sus procesos de amortización, y saber calcular el TAE para tener una idea exacta del coste real de una deuda (…). Por ejemplo, la amortización de una deuda asumida a través de una tarjeta revolving es desesperadamente lenta, debido a la conjunción de distintos tipos de interés y un pago constante generalmente bajo”.

¿Y cómo influye la creciente esperanza de vida en la importancia de adquirir conocimientos financieros? “Hoy casi el 100 % de los nacidos en el último año llegarán a la edad de jubilación, y una buena mitad vivirá más de 100 años. Francamente, quien piense que la Seguridad Social estará ahí para pagarle lo que necesite a cambio de cotizaciones aportadas al ritmo actual y jubilándose por debajo de los 70 años no sabe lo que dice”, asegura Herce. “Queda tiempo, pero más vale no dormirse. Con 40 años trabajando y cotizando, invirtiendo esas cotizaciones, más a mes, en la parte del PIB que más crece (que no es la de los ladrillos y el cemento), y bien asesorados (sin que el gestor se quede con el 20% de tu esfuerzo), se pueden acumular importantísimas sumas de capital en derechos de jubilación”.

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