Una alimentación se considera sostenible cuando durante su producción se ha reducido el impacto medioambiental, no se agotan los recursos naturales, se respeta a la biodiversidad, y a través de cual se contribuye a la seguridad alimentaria y nutricional. Tener en cuenta qué alimentos se incluyen en la dieta repercute no solo en la salud de las personas sino también del planeta.
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“A pesar de los éxitos de la agricultura en las últimas tres décadas, los sistemas alimentarios y las dietas actuales no son sostenibles”. Esto es lo que afirma la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en su informe Dietas sostenibles y biodiversidad. Además advierte de que 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, mientras una cantidad aún mayor sufre enfermedades relacionadas con una alimentación incorrecta, como la obesidad.
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Pero no solo afecta a la salud humana, sino a la planetaria. Según la FAO, la alimentación sostenible parte de una producción de alimentos con un impacto ambiental reducido. También debe respetar la biodiversidad y los ecosistemas, ser culturalmente aceptable, económicamente justa y asequible. Además de ser nutricionalmente inocua y saludable. Por lo que la agricultura sostenible, por ejemplo, se convierte también en un factor clave para el fomento de esta alimentación. Esta, en definitiva, optimiza los recursos naturales y humanos para garantizar que las generaciones futuras tengan acceso a una vida saludable en un entorno de desarrollo sostenible.
¿Qué es la alimentación sostenible?
La alimentación sostenible es un tipo de dieta cuyo impacto en el medioambiente es reducido, respeta a la biodiversidad, y contribuye a la seguridad alimentaria y nutricional.
El impacto planetario de la alimentación sostenible
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Comer sano debería ir siempre acompañado de la alimentación sostenible. Sin embargo, la forma de adquirir los alimentos debe cumplir una serie de requisitos para que ayuden a la mejora del medioambiente. Con una dieta correcta se podría reducir la emisión de gases de efecto invernadero hasta en un 40 %.
La comida es mucho más que el contenido de un plato. Unas legumbres, un filete de ternera o la bollería industrial son el último eslabón de una cadena de acciones con huella medioambiental y uso de recursos limitados. De hecho, los sistemas alimentarios suponen el cerca del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel global, según Statista.
Su producción utiliza el 48% de los recursos naturales, el 70% del agua dulce y contribuye notablemente a la deforestación y la pérdida de biodiversidad, advierte la FAO en otro informe. Son datos que reflejan un reto épico: alimentar a 7.500 millones de personas, una población que según todas las previsiones en 2050 superará los 9.600 millones. La conclusión, señala el documento, es que el modelo de producción actual no es sostenible y de seguir así necesitará recursos equivalentes a casi tres planetas.
Claves para que una alimentación sea sostenible
Aunque los alimentos son el producto final, la meta es lograr una industria alimentaria que sea sostenible en todos los eslabones de la cadena, es decir, en todas las etapas por las que pasan desde su producción hasta su consumo, incluyendo su empaquetado, su transporte y su venta. Las cadenas de suministro sostenibles persiguen que haya un equilibrio entre el beneficio económico, el bienestar social y el respeto al medioambiente. Así se garantizan las buenas prácticas, la trazabilidad de los productos y unas condiciones justas para productores, intermediarios y consumidores. Cada vez son más las empresas y grandes superficies que incorporan medidas de carácter sostenible a sus cadenas de suministro o programas de compras.
La receta del cambio hacia una alimentación sostenible
El objetivo para que la sostenibilidad sea prioritaria en este ámbito, hace necesaria la búsqueda de una fórmula de alimentación respetuosa con el planeta y al mismo tiempo beneficiosa para la salud humana. Por ejemplo, la Unión Europea ha puesto en marcha el proyecto LiveWell, desarrollado por las organizaciones Friends of Europe y WWF. Estas son sus pautas de alimentación y hábitos saludables, reconocidas por la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS):
- Más vegetales, incorporar a la dieta una mayor cantidad de verduras, frutas, cereales y legumbres variadas.
- Alimentos certificados, por ejemplo la pesca sostenible con el sello MSC, y productos de agricultura y ganadería procedentes de tierras orgánicas certificadas y libre de antibióticos y hormonas de crecimiento. También recomienda optar por productos de comercio justo.
- Menos carne, pero de mejor calidad, e incluir otras fuentes de proteínas alternativas y de origen vegetal como legumbres y frutos secos.
- Menos alimentos procesados que incluyen, por lo general, niveles más altos de grasas, azúcares y sal.
- Una dieta variada es más saludable. Y más apetecible para seguirla de buen grado.
- Planificar mejor las compras para no tirar nada. El despilfarro de comida es un grave problema: uno de cada tres alimentos producidos en el mundo acaba en la basura.
En países como España, y con el objetivo de impulsar la producción ecológica, los agricultores y ganaderos disponen de préstamos para quienes quieran convertir una explotación agrícola o ganadera convencional en ecológica. BBVA es la primera entidad en este país que ofrece una línea de financiación que les permitirá, durante el periodo de conversión, hacer frente a los posibles desajustes entre ingresos y gastos que se generan a la hora de cumplir la normativa de la Unión Europea para comercializar productos ecológicos.