El sector de la seguridad ha sido pionero durante los dos últimos siglos en numerosas innovaciones tecnológicas que posteriormente se han ido popularizando en el resto de sectores de actividad. Con los sensores de proximidad de Russell Pope en el siglo XIX, se iniciaba el camino a la gestión masiva de dispositivos, dando lugar a los primeros centros de monitorización en tiempo real. Ha habido tecnologías que, aunque su financiación haya sido liderada por la industria militar, desde fases iniciales han sido adaptadas e incorporadas a la seguridad privada. El video inteligente y la mejora de los dispositivos de campo (sistemas perimetrales, de acceso, de presencia) han llevado a nuevas formas de organizar la seguridad de instalaciones, donde se plantean soluciones integradas que combinan sistemas y vigilantes presenciales. Esto ha permitido soluciones donde los vigilantes humanos se han reducido en número, al complementarse con instalaciones altamente tecnificadas conectadas a centros de control y centrales receptoras de alarmas, que actúan coordinando y apoyando a los vigilantes en campo. Surgen ahora dos tendencias que modifican los servicios de vigilancia física tradicional:
- Robots que sustituyen a los vigilantes físicos
- Tecnologías que proporcionan a los humanos un valor adicional
La evolución de los propios sistemas y de su control por software, permiten coordinar de forma inteligente el funcionamiento de familias de sistemas diferentes para obtener soluciones que permiten un control exhaustivo sobre instalaciones muy complejas o un elevado número de las mismas, con la participación de un reducido número de vigilantes. El uso de drones y robots en campo proporcionan un mayor alcance a las instalaciones estáticas de video, audio y otros sensores, rompiendo los límites que hasta ahora marcaban la necesidad de vigilancia humana in situ. El software de integración (como la solución Avante) y la aplicación conjunta de inteligencia artificial, permiten automatizar respuestas desde las centrales de monitorización de alarmas.
Enviar un robot o un dron de forma automática ante un determinado evento para captar imágenes en tiempo real que sean evaluadas desde el centro de control o desde la central receptora de alarmas, son acciones que constituyen nuevos escenarios técnicamente viables. Los actuales servicios de vigilancia presencial encuentran un enorme margen de mejora, pudiendo modernizar los servicios y aportando un valor añadido al cliente final y a la propia empresa de seguridad. La integración en tiempo real de esos vigilantes con la información residente en las bases de datos de las centrales receptoras de alarmas, apoyados en gafas inteligentes o en lo propios smartphone, permite la mejor ubicación en cada momento, en las mejores condiciones de conocimiento y con una capacidad de reporte en tiempo real.
El apoyo de la realidad aumentada en la ejecución de proyectos de ingeniería de seguridad o como asistencia de los vigilantes, permite poner en valor el conocimiento de la empresa, frente a la participación solitaria del empleado, proporcionando un valor añadido ante el cliente. Poder dar pautas de actuación a vigilantes en situaciones comprometidas, ayudarles a recabar la información necesaria en el mismo curso de los acontecimientos (asistentes conversacionales basados en audio), modifica las actuales expectativas del servicio, y con ello su aportación de valor. Adicionalmente, el nivel de información que la empresa de seguridad puede proporcionar al cliente sobre los servicios en curso reduce los costes administrativos, simplificando la operativa y haciendo más visible el servicio. La aportación de IoT con blockchain en gestión de alarmas y en transporte de activos, abre nuevas posibilidades en el transporte de fondos y obras de arte y en la gestión y custodia de activos no fungibles (NFT), dando lugar a nuevos niveles de servicio. La seguridad se traslada de instalaciones fijas, locales y oficinas, a personas y objetos en itinerancia, proporcionando protección desde el aseguramiento de una total trazabilidad.