UNA MIRADA CRÍTICA A LA INDUSTRIA ELECTRÓNICA

Barcelona se convierte esta semana en escaparate mundial de tecnología, pero nosotras queremos pensar alternativas justas y sostenibles.

Por Claudia Bosch

Un año más, Barcelona se convierte en escaparate mundial de la industria electrónica y de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, con la llegada del Mobile World Congress, que espera acoger más de 95.000 visitantes este 2024. Pero, ¿cuál es el coste real de la sociedad digital? ¿Qué pasa con los costes sociales y ambientales que implican la producción y el consumo de los aparatos electrónicos? La poca transparencia en las cadenas de suministro globales, esconde la vulneración de derechos laborales allá donde se subcontrata la fabricación de nuestros dispositivos, y enormes impactos ambientales.

La creciente digitalización necesita recursos minerales en grandes cantidades. Según las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía, la demanda de algunos minerales clave para estas políticas se multiplicará en los próximos años. Esto tiene un gran impacto ambiental y social en las comunidades que sufren el extractivismo minero, en especial los pueblos indígenas y poblaciones de los países del Sur Global. Por ejemplo, se estima que el 35% de la demanda de oro será destinada a dispositivos eléctricos y electrónicos como los que vemos en el Mobile World Congress, siendo el oro uno de los llamados minerales de conflicto. Con grandes países exportadores como Ghana donde la minería ilegal y artesanal sobreexplota a las personas con salarios pésimos y sin medidas de seguridad suficientes.

La irresponsabilidad empresarial se extiende también al ciclo de vida de estos aparatos, y sigue existiendo un fuerte lobby en contra de la reparabilidad de los productos, y se sigue practicado la obsolescencia programada. El resultado: los residuos electrónicos son el flujo de residuos que crece más cada año. Producimos más de 50 millones de residuos electrónicos en el mundo y todavía no tenemos unas cadenas de reciclaje y recuperación eficientes y optimizadas para ello, ni apostamos por nuevos modelos de decrecimiento.

¿Cuántos minerales necesitaremos para seguir digitalizándonos, para mantener nuestro nivel de consumo, para implementar las políticas de transición energética o de electrificación del transporte? Estamos superando los límites biofísicos del planeta. A menudo se nos presenta la producción de la tecnología como una realidad abstracta, pero no podemos olvidar que tiene impactos materiales y humanos graves. Nosotras, como usuarias, perdemos el control de nuestros datos, sufrimos adicción y otros problemas de salud mental generados por el uso de los móviles y las redes sociales.

Una visión crítica y alternativa

En este contexto, desde Setem Cataluña continuamos organizando una alternativa, el Mobile Social Congress. Queremos generar masa crítica que empuje hacia procesos de cambio.

Del 26 de febrero al 2 de marzo, coincidiendo con el Mobile World Congress (MWC), se organizarán toda una serie de mesas redondas, charlas y actividades familiares para debatir alrededor de los efectos de la extracción de minerales en el Sur global para la producción de teléfonos y tabletas, así como alrededor de la regulación del uso de pantallas desde la infancia y hasta la edad adulta. Como novedad, este año la programación del congreso contará con la emisión en directo del podcast ‘Carne Cruda’ en la sala Paral·lel 62.

Estamos viviendo a marchas forzadas la incorporación del 5G y la inteligencia artificial. Este año, se presentan en el MWC un coche volador y un ordenador transparente. ¿Hacia dónde nos lleva la digitalización sin frenos? ¿Podemos ignorar, desde un punto de vista de la sostenibilidad, los recursos materiales que se necesitan para producir toda esta tecnología? ¿Podemos ignorar las personas que están involucradas en hacer realidad estos dispositivos, sin que se respeten sus derechos y de sus territorios?

Actualmente hay iniciativas en marcha tanto en el Parlamento catalán como en el ámbito estatal y europeo que buscan minimizar los impactos sociales y ambientales de las cadenas de suministro globales. Es momento de materializar estas iniciativas, fruto de la presión social ejercida durante años por la ciudadanía crítica.

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