Por Julián de Zubiría Samper

Una buena parte de los docentes afirma que consolidar la lectura crítica es uno de los propósitos más importantes de la educación. Sin embargo, cuando les pedimos que precisen su acepción y la diferencien de la lectura literal o inferencial, la confusión aflora. ¿Qué es entonces la lectura crítica?

La mayoría de docentes cree que favorece la lectura crítica y que lo hace desde los primeros años de escolaridad, pero si observamos los niveles de lectura alcanzados por los estudiantes colombianos al ingresar a la universidad, vemos que tan solo el 1 % logra consolidarla. Por el contrario, la mitad se queda en una lectura literal y solo un 49 % logra hacer inferencias indirectas. En términos de Cassany, diríamos que un 50 % lee “las líneas” (Nivel 1 y 2 según PISA), un 49% lee “tras las líneas” (Nivel 3 y 4 según PISA) y tan solo un 1% lee “detrás de las líneas” (Nivel 5 y 6 según PISA) ¿Por qué son tan bajos los niveles alcanzados y por qué son tan similares a los obtenidos veinte años atrás?

La lectura crítica nos protege contra el fanatismo, el dogmatismo y la manipulación, algo muy importante en la era de la desinformación, las noticias falsas y las redes. Como destacaba Carl Sagan en su última entrevista: “Si nosotros no somos capaces de hacer preguntas escépticas, para interrogar a quienes nos dicen que algo es verdad, para ser escépticos de quienes ejercen la autoridad, entonces estaremos a merced del próximo charlatán político o religioso que aparezca”. Todo indica que muchos ciudadanos en el mundo siguen a merced de charlatanes y eso sucede porque un ciudadano sin lectura crítica es presa fácil de estafadores, mentirosos y manipuladores. Como veremos, la lectura crítica también es nuestra mejor defensa contra los populistas y contra quienes han optado por construir gobiernos cada vez más autoritarios, cerrados, excluyentes y basados en la reiteración de mentiras. El problema es que para leer críticamente se requieren varias condiciones que muy pocas veces cumple la mayoría de la población.

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Primera. La lectura crítica es un punto de llegada en el proceso formativo. Eso sucede porque es en extremo exigente. Demanda conocimientos, actitudes, competencias y sofisticados procesos de lectura, pensamiento y metacognición. Para alcanzarla, previamente debemos estar en capacidad de elaborar la estructura semántica de un texto, es decir, captar su intención comunicativa, sus ideas principales y la manera como los argumentos se entretejen con la idea central. Van Dijk afirmaba en la misma línea que la tarea más compleja era reconstruir cognitivamente la base textual implícita. Esto quiere decir que sin leer entre líneas es imposible leer de manera crítica. Aun así, la lectura de matices es una condición necesaria, pero no suficiente.

Algo análogo pasa si como lectores tuviéramos dificultad para captar los colores que existen en la realidad y el discurso, y tendiéramos a ver un mundo en blanco y negro. La realidad es más compleja porque tiene infinidad de tonos que los lectores poco críticos no logran ver. El problema es que la gran mayoría de personas se queda en los escalones iniciales de la comprensión lectora y por ese motivo tienen dificultad para inferir, matizar, captar las intenciones comunicativas, articular y entretejer la estructura del texto. Es por eso que no llegan a leer de manera crítica, mucho menos si se trata de comprender discursos complejos.

En una columna anterior diferencié entre ser crítico y criticón. Los primeros escasean y los segundos predominan. Los lectores críticos leen a profundidad los textos para reelaborar su estructura semántica y ponerla en diálogo con diversos contextos sociales. Los criticones, por el contrario, opinan antes de comprender las ideas. Pasan muy rápidamente de la lectura al juicio de valor. Como decía Gaston Bachelard, quien opina piensa mal porque traduce sus necesidades en pensamientos. Un lector crítico, por el contrario, se adentra en profundidad en la estructura ideativa del texto y en el contexto en el cual fue elaborado. Los criticones opinan inmediatamente y, al hacerlo, plasman sus prejuicios sobre los textos. El lector crítico se cuestiona constantemente de manera reflexiva mientras que el criticón siempre intenta corroborar sus propias ideas.

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