El Proceso de Franz Kafka, Alianza Editorial, 2014, España
“En determinados momentos decisivos hay que saberse dominar” y confiar en uno mismo y procesar una respiración constante de hábito para conducirnos en la vida a través del yoga; si se prescinde de esta valiosa disciplina, aprendamos a respirar para ser flexibles con nosotros mismos, sin sentir culpabilidad, pues a veces a uno lo culpan sin fundamentos cuando meramente el que nos culpa es el mismo culpable. “En el proceso legal, la confianza es tan importante como la verdad, ya que sin confianza en el sistema, no podemos tener justicia”, sin querer llevamos ese lastre del pecado original que nos hace responsables sin saber de qué se nos acusa, porque “El pecado original, la vieja culpa del hombre, consiste en el reproche que formula y en que reincide, de haber sido él la víctima de la culpa y del pecado original”. La obra de Franz Kafka, es ironía genuina. Figúrese usted que nos representa este personaje Jose K. por el tema de las injusticias que nos quieran culpar de algo que no hicimos y cargamos ese peso de culpabilidad. “El proceso legal no debería ser una carrera por la victoria, sino un camino hacia la resolución justa de un conflicto”. Somos ese Josef K. quien es sorprendido como cualquiera que fuese arremetido de su libertad; no tiene ninguna garantía de llevar a cabo su proceso porque no existe abogado alguno para orientarlo, como si fuera otra de sus ironías de Kafka en torno a los que pueden ayudarnos con esa autoridad, ¿sería más simple acudir a los tribunales del juicio final para demostrar su inocencia? “En la ley, aunque yo no lo he leído, se establece por una parte que el inocente tiene que ser absuelto, pero por otra parte no se establece que los jueces puedan ser influidos”. Quizás nos invita Kafka de una manera irónica, sin llegar a desperdiciar nuestra vida en que dictamine algún juez, que irónicamente estamos solos en todo proceso ante ésta misteriosa vida de injusticias y de absurdos, pues el poder se disfraza y la justicia bien se representa con una venda en los ojos de los hechos y circunstancias. Su perseverancia es un camino sinuoso donde la impaciencia es la puerta entreabierta que lo lleva a soluciones equivocadas; su única necesidad es defenderse, pero la seducción es su debilidad. “Pero yo no soy culpable -dijo K-. Es un error. ¿Cómo puede ser un hombre culpable, así, sin más? Todos somos seres humanos, tanto el uno como el otro. -Eso es cierto -dijo el sacerdote-, pero así suelen hablar los culpables”. Durante la lectura que emprenda usted apreciable lector(a) descubra si existe la posible ayuda de alguien que pareciera inverosímil y que le pueda pintar una justicia a su medida de matices necesarios “no hay que creer que todo sea verdad; hay que creer que todo es necesario”; la fórmula que le ofrece es que “Hay tres posibilidades, la absolución real, la absolución aparente y la prórroga indefinida. La absolución real es, naturalmente, la mejor”. Durante su lectura irá sin cansancio en esa búsqueda porque “Todos coinciden en que no se acuse a nadie a la ligera y que el tribunal, cuando acuse a alguien, está convencido de la culpa del acusado y que es muy difícil hacer que abandone ese convencimiento”. Hay en las ficciones de Kafka un gran sentido de la angustia; angustia provocada por el infinito, el desconocimiento y la postergación. Cuentan sus biógrafos que cuando Kafka leía fragmentos de sus relatos a sus amistades, la reunión culminaba en risas. La risa como vía de escape de lo irónico. El juicio del tiempo demostró que la vida puede parecerse demasiado a una novela de Kafka. “Ante la Ley hay un guardián que protege la puerta de entrada. Un hombre procedente del campo se acerca a él y le pide permiso para acceder a la Ley. Pero el guardián dice que en ese momento no le puede permitir la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si podrá entrar más tarde. Es posible -responde el guardián- pero no ahora”…